Por la mañana, nada más levantarme, tenía una misión clara que había decidido días atrás cuando recogí el coche en Roma: devolver el coche a la agencia. Yo ya había hablado con ellos para indicarles que la devolución la realizaría en el aeropuerto de Venecia, y no en Roma, que era donde lo había recogido. Desde allí, tenía que coger un autobús hasta la isla nuevamente para disfrutar de mi último día en la ciudad antes de regresar a Roma.
Existe un autobús que sale del aeropuerto y cuya última parada está en Venecia, no recuerdo el número del autobús, pero no os preocupéis, todo el mundo lo conoce y os podrán indicar...
Cuando llegué a la isla, tenía el problema de qué hacer con las maletas, y pensé que quizás tendría la posibilidad de poder dejarlas en alguna consigna de la estación de trenes. Y así es, si tenéis que dejar el hotel y no podéis dejar las maletas allí, tendréis la posibilidad de guardar las maletas en la estación de trenes.
Dejarme llevar por las calles venecianas fue un gran acierto. Alejarme del ruido de los turistas y de los típicos lugares conocidos de Venecia me permitió conocer una parte de la isla maravillosa. calles silenciosas, perdidas, olvidadas en el tiempo... como una película de los años 40...
También visité el Museo de Venecia, para poder conocer a los pintores venecianos. Si sois amantes de la pintura no os lo podéis perder.
Por otro lado, es interesante que habléis con los lugareños, su estilo de vida, en una isla de canales en la que se sustituyen los coches por lanchas, es muy diferente... Creedme que merece la pena hablar con ellos...
Cuando mi día terminó, tocaba el regreso a casa, aunque primero tenía que pasar por Roma para coger el avión. Mi viaje tocaba a su fin...
Yo ya había comprado mi billete mientras estaba en Florencia, de ese modo me quedaba tranquila en ese sentido, sabiendo que mi regreso a Roma estaba asegurado. Había decidido coger el tren nocturno dirección Roma, aunque no el trayecto directo, dado que el viaje eran unas 5 horas, el tren salía a eso de las 8 ó 9 de la noche, por lo que me obligaba a llegar a la capital de madrugada, en plena estación de Termini, nada seguro para una chica sola de noche...
Asique pensé que sería buena idea coger un tren que tuviera parada en otro lugar, de tal modo que llegaba a la estación de Termini a eso de las 7 ó 8 de la mañana... y la cosa ya era bien diferente para mí...
Pasar la noche en un tren, durmiendo en un pequeño habitáculo con desconocidos, fue una gran y nueva experiencia para mí. Dormí poco. Por un lado por los movimientos del tren, por otro, porque los asientos no eran especialmente cómodos, y ni yo ni mis compañeros de viaje podíamos dejar de movernos para buscar una posición adecuada para dormir...
Lo único malo fue, que cuando llegamos a destino estaba tan sumamente dormida, que cogí mis maletas y olvidé recoger mi máscara veneciana... Asique quien la haya encontrado: vaya suerte que has tenido!!!!.
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