Después que mi madre se recuperó de la gripe, no tardó en llegar otro palo. Otra situación en la que "yo no estaba allí"... Y estoy segura que de haber estado, no hubiera sucedido.
Breve descripción de la situación: Por aquel entonces, hacía unos 12 ó 13 años que vivíamos en la misma casa. Conocíamos a los vecinos, al portero... a la perfección, y es que 12 años dan para mucho!.
Una tarde recibo una llamada de mi madre. Quiere que me conecte urgente al Skype, necesita hablar conmigo. Y así lo hago.
Entre llantos, me dice que han entrado a robar en casa!. Evidentemente, lo primero que le pregunté era si le habían hecho algo, si ella se encontraba bien.
Me respondió que cuando entraron, ella no estaba en la casa. Eso me tranquilizó.
Me indica, entre sollozos, que le han robado dinero. No mucho, pero se lo han robado.
Otra breve descripción de la situación: solo se llevaron dinero, la puerta no estaba forzada y el piso se encuentra en una quinta planta de difícil acceso desde la calle.
Pronto me percato que nadie hubiera subido a una quinta planta para robar 80 €... Nadie se la juega por esa cantidad. Además, el dinero desapareció por la mañana, por lo que cualquiera podía haber visto al ladrón subir por la terraza...
Como era lógico, sospeché que, quizás, mi madre se lo hubiera gastado y no se acordaba. Pero ella me juraba y me perjuraba que no, que el dinero estaba guardado donde siempre.
Si la puerta no estaba forzada, y nadie había subido por la terraza, era evidente que quien había entrado tenía la llave... El círculo se cerraba.
Sólo tres personas teníamos la llave de la casa: mi madre, el portero y yo.
Asique todas las sospechas recayeron sobre él.
Me costaba pensar que, mi portero, aquel hombre que conocía desde hacía más de 12 años, pudiera hacer una cosa así.
Para colmo de males, teniendo en cuenta donde estaba el dinero guardado, era evidente que había estado revisando toda la casa, por lo que sabía perfectamente donde mi madre lo guardaba.
Esto produjo en mi madre una sensación de violación. Como que su casa, su lugar privado, había sido ultrajado.
Por eso mismo, ella se sentía sucia, y le daba asco tocar cualquier mueble, puerta, sanitario... de la casa, pensando que esta persona hubiera estado por allí.
Esa misma tarde mi madre cambió la cerradura, y al portero no le daba ni las gracias.
Yo seguía sin poder creerme la situación. Intenté tranquilizarla, diciéndole que seguramente se hubiera gastado el dinero y no se acordaba.
La cosa quedó así, nunca pudimos demostrarlo. Sin embargo, meses después, descubrimos otra falta en la casa que hizo que se dispararan las alarmas y con ella, nuestras peores sospechas...
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