domingo, 28 de abril de 2013

Dublin y mi lugar...

Cuando uno pasa mucho tiempo en un lugar, tiende a buscar su espacio en él… Como su guarida, su refugio… donde se siente a gusto y se siente en su casa, aunque esté muy lejos…
Es importante buscar ese lugar, ese rinconcito, aunque esté escondido, porque eso demuestra que uno está siendo parte de aquello de que lo que vive. Estamos formando parte de él… Y a su vez, lo estamos dejando entrar.
Por ejemplo, mi rinconcito especial en México fue Tulum, concretamente la playa que se encontraba bajo el acantilado. Para mí era un lugar mágico, aunque muy turístico… pero estaban las ruinas mayas arriba, el mar limpio, cristalino de color turquesa abajo, un acantilado que rodeaba la playa, la arena de coral suave que me acariciaba los pies, la temperatura del mar era ideal… estando allí, me sentí a gusto, a gusto conmigo misma… Había mucha paz allí, y yo tenía ganas que esa paz formara parte de mí.

Otro ejemplo, es Italia. Dentro de la Basílica de San Pedro, en la parte derecha, hay una puerta un tanto escondida detrás de unas cortinas. Es el único sitio donde se puede entrar únicamente para rezar. Yo me colé… Es una sala no muy grande con varios bancos, en el centro hay una estatua de un ángel de color blanco.
Lejos del bullicio de la Basílica, dentro hay puro silencio. Allí me senté una mañana para pensar, para meditar y absorber todo lo que estaba viviendo en Italia. Lloré, sonreí y me emocioné al ver que estaba pisando suelo italiano en mi primer viaje en solitario…

Dublin tiene muchos lugares especiales para mí, además del Café Bell del que ya hablé… en las próximas entregas hablaré de esos rinconcitos de los que guardo un especial recuerdo.

Y vosotros, qué lugares especiales tenéis?...

jueves, 25 de abril de 2013

Dublin y la vecina de al lado...

A Peter le encanta escuchar música. Lo hace a todas horas. No le importa la hora, no le importa el volumen, no le importa si alguno de nosotros está durmiendo.
Para mí, escuchar su música es sentir que hay alguien en casa. Aunque yo esté en mi habitación estudiando, leyendo o limpiando... la música de Peter me hace sentir su presencia en casa.
Sin embargo, la vecina del 81, Mc Kee RD., no pensaba lo mismo que yo…

Una mañana Peter tenía la música de su habitación a todo volumen. Tenía la puerta cerrada, pero vibraban los cristales, el suelo… y si te acercabas demasiado a la puerta no se podía hablar.
A los 20 minutos tocan el timbre. Como mi habitación estaba al lado de la puerta de entrada, casi siempre era yo la que abría.
Del otro lado me esperaba una señora de unos 50 o más años, bastante enfadada que no dejaba de hablar y gesticular. Yo no entendía nada. Dejé que me echara el sermón, que no dejara de chillarme y de gesticular con los brazos, y cuando terminó le dije con cara de nada:” Lo siento, pero no le entiendo”.

Se tranquilizó momentáneamente y volvió a repetirme las frases más despacio. Le entendí que la música estaba demasiado alta y que le dijera a Peter que se pasara por su casa porque ella quería hablar con él.
Le respondí que sin problemas, que ahora mismo le decía que bajase la música.

Cuando cierro la puerta Juyeon está detrás de mí partiéndose de la risa!. Subimos las 2 a golpearle la puerta a Peter. La música estaba tan alta que casi tuve que pegarle puñetazos para que pudiera escucharme… Le digo a Peter que baje la música por favor, que la vecina está enfadada. Pone cara de “qué pesada esta mujer!, siempre igual…” y baja la música. Pero tampoco demasiado... He de añadir que las paredes y techos de las casas irlandesas parecen de papel. Se escucha absolutamente todo...
Los 3 nos quedamos partiéndonos de la risa en la planta alta de la casa.

El episodio volvió a repetirse unos pocos días más tarde. La única diferencia fue, que en esta ocasión, la puerta la abrió Peter. Yo escuché la conversación desde mi habitación.
La vecina le dijo unas 4 cosas bien dichas sobre el volumen. Él asentó la cabeza y nunca más puso la música tan alta…

Mi casa de Dublin. La puerta de la izquierda es la casa de mi vecina...

domingo, 21 de abril de 2013

Dublin y la señora del autobus

Todos los días cojo el mismo autobús para ir a mis clases de inglés en el centro de Dublin. Siempre a la misma hora. Y Siempre a la misma hora sube mi vecina, que vive en la casa de en frente. Durante los primeros 2 ó 3 días nos saludábamos con un escueto “hello” al vernos.
Pero atendiendo a la típica cordialidad y sociabilidad irlandesa, pronto pasamos del saludo inicial a contarnos nuestras vidas.

Ella está casada con un hombre español de Málaga, tienen 2 hijos y viven en Dublin. Ella sabe hablar algo de español, pero le da vergüenza practicar conmigo. Le encanta España, el sol, el calor, el buen tiempo, y el ritmo de vida… Ella trabajaba como enfermera en un hospital, y siempre protestaba contra una paciente anciana que le daba mucha guerra.

Mi vecina no dejaba de hablar, y eso que se bajaba a los 10 minutos de haber subido al autobús. Me contaba miles de historias, divertidas, graciosas, tristes… pero yo no era capaz de entenderle ni la mitad… Cada mañana me lamentaba por ello. Entendía algunas cosas, pero muy pocas. Para mí ella hablaba muy deprisa, y aunque en alguna ocasión le pedía que no hablase tan rápido, y ella bajaba el ritmo, yo me daba cuenta que eso no era suficiente y terminaba por agotarme por el esfuerzo de intentar comprenderle y asentar con la cabeza todo lo que ella me decía…
Cuando le entendía una frase seguida de lo que me estaba comentando, yo reía de emoción!!. Pero generalmente lo que escuchaba era un sinfín de sonidos sin sentido para mí…

Cuando llegábamos al hospital, ella se bajaba y me saludaba efusivamente hasta el siguiente día, en el que nos volveríamos a ver, ella a subir al autobús y a no parar de contarme historias mientras yo asentía con la cabeza resignadamente…





Trinity College. Dublin.

sábado, 13 de abril de 2013

Dublin y la alfombra azul

Es muy común en casi todas las casas irlandesas el uso de las moquetas. Las he llegado a ver incluso en el cuarto de baño…
Todas las habitaciones de mi casa tienen moqueta, excepto la mía que solo tiene parquet. Es de color gris, pero está tan gastada, tan destrozada, que en algunas zonas tiene agujeros y se ve la madera de abajo.

El casero ha decidido cambiarla. Asique uno o días antes, nos dedicamos a arrancar la antigua moqueta. Aunque a mí no me afectaba, ayudé a mis compañeros de piso!. Nos lo pasamos en grande haciéndolo!. Eso si, la cantidad de polvo que vino detrás fue espectacular…
La antigua moqueta rodó escaleras abajo, y la otra no tardó en llegar. Yo no estuve cuando vinieron los de la tienda a colocarla, pero no tardaron demasiado.

El problema vino después. El casero compró una moqueta azul, pero no de la mejor calidad. Por lo que a los 2 ó 3 días de haberla colocado empezó a soltar pelo sin parar… Había pelusas de la moqueta por todas partes!.
Mis compañeros, a menudo, amanecían con la boca pastosa llena de pelo azul… La solución?: la aspiradora!. Creo que nunca se había pasado tanto la aspiradora en tan poco tiempo…
El problema fue, que la aspiradora no daba más de sí con tanto pelo, la bolsa se llenó y dejó de funcionar. Todo el mundo se negó a comprar una bolsa nueva.

Juyeon estaba desesperada!. “Yo no voy a pagar las bolsas para todos!”, me exclamó. Y yo lo entendí.
Asique le dije que yo tenía una solución, porque las pelusas ya empezaban a amenazar con adueñarse de la casa… Incluso sin yo tener moqueta, estaba padeciendo los daños colaterales de las mismas: el salón estaba lleno de pelos, al igual que el cuarto de baño…
Una mañana, me senté en el jardín con la aspiradora, me puse unos guantes, la abrí y empecé a sacar las pelusas de la bolsa llena a punto reventar… mientras Juyeon las recogía con una bolsa del supermercado. Eran tiras gigantes!!. Juyeon y yo no podíamos parar de reir!. La situación era sumamente ridícula… Fue ahí cuando me contó, que en Corea no existían las aspiradoras como las conocemos en Europa. Ellos utilizan unas máquinas redondas automáticas, no más altas de 5 ó 6 centímetros de altura, que se accionan solas y aspiran la casa, sin el más mínimo esfuerzo por parte del propietario. Se les programa la hora a que se desee que aspire, y ella sola hace su trabajo. Únicamente hay que vaciarle la bolsa cada cierto tiempo.
Dejé de hacer lo que estaba haciendo, la miré y exclamé: “Yo quiero una!!!. Hasta las narices de pasar la aspiradora… 
He de decir que en España también las tenemos, pero su uso no está tan extendido como en Corea.

Nuestra aspiradora volvió a funcionar, y a recoger pelusas azules por toda la casa. La moqueta siguió soltando pelos varias semanas más, aunque no recuerdo realmente si dejó de hacerlo, o nosotros simplemente nos acostumbramos a ellas…

martes, 9 de abril de 2013

Dublin y Juyeon no llega a casa...

Son las 8 de la tarde y Juyeon aún no ha regresado.
Peter me golpea la puerta de mi habitación y me dice que está preocupado. Juyeon ha salido de casa esa misma mañana, como siempre, para trabajar, son las 8 de la tarde y aún no ha vuelto.
Él la ha llamado al móvil hace un rato, pero no lo ha atendido.

Juyeon había conseguido unas prácticas en una empresa relacionada con la moda, muy cerca de nuestra casa. No tardaba mucho en ir y venir. Pensamos que seguramente se habría ido a tomar algo con alguna amiga.
A las 9 de la noche seguimos sin tener noticias de ella. No atiende el teléfono ni devuelve las llamadas.
Peter y yo ya nos ponemos un poco nerviosos. Pero, a quién acudir??, ella está sola aquí, no tiene familia, tan solo a un par de amigas en el centro de la ciudad, de quienes no tenemos ninguna forma de contacto.
A las 10 la cosa se pone peor. Seguimos sin tener noticias de ella. Tampoco sabíamos donde trabajaba exactamente, era como buscar un aguja en un pajar.

Yo no dejaba de pensar: una chica sola, de noche, a estas horas no hay nadie por la calle… se me pasaban montones de cosas por la cabeza, y a Peter también!.
A las 11 seguimos sin tener noticias de Juyeon. Y ahora si que estábamos realmente preocupados. No sabíamos qué hacer…

A las 11 y media se abre la puerta y aparece Juyeon!, sana y salva!. Los dos nos abalanzamos sobre ella y le preguntamos dónde había estado, que estábamos muy preocupados!. Nos miró con cara de sorpresa, como si estuviéramos locos!, la pobre no entendía nada!. Nos contó que al salir del trabajo se había ido a cenar con unas amigas, y que por eso llegó tarde.
Tenía el móvil silenciado, y por eso no lo escuchó.

Detrás de esa cara de sorpresa, pude leer una cara como de agradecimiento por habernos preocupado por ella. Éramos como su familia, su familia irlandesa. Y pensándolo fríamente, Peter, Juyeon y yo estábamos solos allí. Los tres estábamos lejos de casa, y únicamente nos teníamos el uno al otro. Algo reconfortante la verdad…

viernes, 5 de abril de 2013

Dublin y las pastillas del lavavajillas

En la cocina tenemos un lavavajillas. Apenas yo había llegado a la casa lo usábamos, pero cuando las pastillas del lavavajillas se terminaron allí quedó el electrodoméstico, sin usar.
A mí me pareció una locura, tener un lavavajillas y no usarlo porque nadie compraba las pastillas. Asique el día que me tocaba la compra, puse en mi lista las pastillas. Las compré y nuevamente volvimos a utilizarlo.
El problema fue cuando éstas se terminaron. Yo vi que nadie las compraba, y yo me negué a ser nuevamente yo quien tuviese que hacerse cargo de ese gasto. Asique no las compré.
Un día, empiezo a ver que los platos, vasos y cubiertos desaparecían. Cada vez había menos.
Teníamos un cuchillo, que era el mejor, el único que cortaba de verdad. Y también desapareció.

Me puse a buscarlo por toda la cocina pero no aparecía. Hablé con Peter, y él tampoco sabía dónde estaba, y se le ocurrió buscarlo en el lavavajillas, que hacía aproximadamente unas 2 ó 3 semanas, sino más, que no lo usábamos. Cual fue nuestra sorpresa al abrir la puerta: estaba lleno de cosas!!. Todos los platos, los vasos, los cubiertos que estaban desapareciendo de la cocina estaban allí. Pero no estaban solos, no, estaban acompañados cada uno, por un centímetro de moho. No os exagero, un centímetro.
El olor pestilente que salió de allí no puedo describirlo con palabras.

Peter y yo nos quedamos alucinados. Según parece, alguien, por no lavar, metía los platos sucios allí. Cuando ya no quedó más espacio dejó de hacerlo, pero al cerrar la puerta, con la humedad, el calor y los restos de comida… pues ya os podéis imaginar el escenario… Aquello era asqueroso!!.

Asique empezamos a sacar las cosas de allí, evidentemente con guantes, nadie se atrevía a tocarlo. Nos tocó, a Juyeon y a mí, fregar no sé cuantos platos, vasos, cucharas, cuchillos, tenedores… pero sin poder aguantar el olor. Era nauseabundo aquello!. De vez en cuando nos venían arcadas y teníamos que salir al jardín a tomar el aire… Indescriptible el tener que remover aquella masa de moho…

Decidimos entre todos, poner un poco de dinero y comprar las pastillas, después de todo no era tanto. A los 2 ó 3 días todo el mundo contento: tenemos pastillas otra vez!, ya no tenemos que fregar!.
Así, los días sucesivos todos el mundo fue colocando la vajilla sucia… cuando éste se llenó, lo pusimos a funcionar.
Cuando Juyeon abre la puerta para guardar las cosas ya secas y limpias, nos llama a Peter y a mí y nos dice: “Oye, estas pastillas huelen muy bien… tienen un perfume afrutado… parecen, parecen, parecen, no sé, como si fuera suavizante para la ropa, no?”. Y efectivamente, así olía.
Asique Peter cogió el paquete de las pastillas y ponía: “Laundry detergent in tablets”. O lo que es lo mismo: “detergente para ropa en pastillas”. Cuando Peter las compró se equivocó y en lugar de comprar pastillas para lavavajillas compró pastillas para lavarropas. Sin comentarios!. Parece ser que es el único en la casa que tenía problemas con el inglés…

Nos reímos. Y mucho. Y no os podéis imaginar hasta donde de nuestra ridícula situación!. Asique nuevamente nos tocó fregar toooooodos los cacharros a mano, uno a uno (que no eran pocos), ya que comer con platos que habían sido limpiados con detergente para ropa no es muy sano que digamos… No teníamos término medio: o nos mata el moho (por guarros) o el lavarropas (por excesivamente limpios…).

No volvimos a comprar pastillas de ninguna clase. Asique, nuevamente, el lavavajillas sin usar… muerto de la risa!.

Mi cocina de Dublin, y el lavavajillas de la discodia a la izquierda...

lunes, 1 de abril de 2013

Dublin y la lluvia

Como en estas últimas semanas, o mejor dicho, meses, no ha dejado de llover, he recordado mucho mi estancia en Dublin.
No lo neguemos: en Irlanda siempre llueve. Siempre.
Puede que un día te levantes y al correr la cortina de la ventana veas un sol tremendo, no te preocupes, lloverá. Pero si no hay ni una sola nube!!. Lloverá. Pero si hay un sol sonriente de punta a punta. Hazme caso, lloverá.
En Irlanda el tiempo es muy cambiante, solo tenemos algo seguro: la lluvia.

Da igual la época del año. Siempre llueve. Es cierto que hay temporadas que más que en otras, pero siempre llueve.
Aunque sea un día soleado, de repente, empiezan a aparecer unos nubarrones negros en el cielo y ya es cuestión de tiempo que empiece a llover…
La lluvia en Irlanda puede ser de muchos tipos: las hay torrenciales, en las que parece que el cielo se te viene literalmente encima. Por suerte no duran mucho. Una vez pasada, sale el sol de punta a punta.
La lluvia normal, que no es constante, para, llueve, para, llueve… pero tiene la característica de estar todo el día nublado.
La lluvia fina, que cae constantemente. No para. Puede estar todo el día así…
La lluvia por sorpresa, aquella que aparece sin previo aviso. Es decir, un día hermoso, soleado, que se transforma en un día lluvioso. Estas son las más engañosas. Porque sales de casa sin paraguas y te pilla a mitad de camino.

Lo mejor?, siempre llevar paraguas. Aunque pronto descubrí que en determinados momentos es mejor dejarlo en casa. En Irlanda sopla bastante el viento, y lluvia + paraguas + viento, no son buenos amigos. A más de un paraguas he visto salir volando, literalmente despedido, en mitad de O’Connell St. y ver al dueño corriendo tras él…
Qué hacen los dublineses?, resignarse. Algunos llevan paraguas, otros chubasquero, y los hay que se rinden y no llevan nada. Si, lo habéis leído bien. No llevan nada. Simplemente se mojan. Yo terminé por hacer eso pasados unos meses, sobre todo cuando había viento.
Te acostumbras a la humedad, a tener siempre los pies mojados, porque si, el que inventó el paraguas tuvo una genial ideal para cubrir el pelo, el pecho y los brazos, pero se olvidó de los pies… Siempre he odiado tener los pies mojados, en Irlanda fueron una constante en mi estancia. Los calcetines calados todo el tiempo!. También existe la posibilidad de llevar botas de lluvia, pero las que había eran de color rosa, con dibujos de leopardo, o con motitas de colores… sinceramente prefería seguir llevando los pies mojados…

Y los dublineses?, cómo lo llevan?. Pese a que en España pensamos que es un tema que tienen superado, nada más lejos de la realidad… los dublineses en particular siempre protestan por el tiempo. Me he cansado de ver las caras de asco cuando empieza a llover seguida de la expresión: “Otra vez lloviendo… puufff”. Simplemente no les gusta. Ellos disfrutan con los días soleados y de temperatura suave. Los pocos días que esto sucede, los parques están llenos de gente!.

Ciertamente, tanto día gris, triste, lluvioso, termina por afectarte anímicamente pasado un tiempo…





Calles de Dublin después de un buen chaparrón!.