martes, 26 de marzo de 2013

Dublin y la cocinera

Una noche, mientras estoy preparando la cena, Peter y Juyeon se me acercan. Observando sus caras pronto me doy cuenta que quieren algo de mí.
Me hacen la siguiente proposición: les gusta lo que cocino. Y se les había ocurrido que para ahorrar gastos, hiciéramos la compra, la dividiésemos entre 4 y yo cocinaba para todos.
A simple vista, la idea era buena. Es decir, se cocinaba sólo una vez, con el consiguiente ahorro de electricidad, se ahorraba en la compra porque únicamente se compraba para todos lo mismo y mis compañeros se libraban de cocinar, cosa que no se les daba nada bien.
Pero esta maravillosa idea tenía una pega, una pega importante para mí: me ataba a la cocina de lunes a domingo, una comida al mediodía y otra a la noche. Todos se beneficiaban del plan, menos yo, que me tocaba pringar en la cocina todos los días!.
Lo pensé durante 5 segundos y mi respuesta no dejó lugar a dudas: “NO”. Mi principal gasto no era la comida, yo me administraba bien, mi principal gasto era la luz y el alquiler. Pero no había solución posible para ellas. El alquiler había que pagarlo, y ese era su precio, y la luz, bueno, había que hacer un esfuerzo para cuidarla, pero como he comentado en otro post, la casa era tan sumamente fría que era imposible no vivir con calefacción, aunque solo fueran un par de horas al día.
Peter intentó negociar conmigo, pero nuevamente me negué. Le dije que ese plan no era justo para mí. Él intentó convencerme diciéndome que la única persona que sabía cocinar en la casa era yo. Si cocinaba él comeríamos todos los días lo mismo.
Nuevamente volví a negarme. Le dije que yo estudiaba y trabajaba, que la mayor parte de la semana estaba fuera de casa, y que generalmente llegaba a las 8 de la tarde. En Irlanda se cena a eso de las 6… Sin duda alguna, no llegaba a preparar todo. Y por supuesto, mi bolsillo seguía sin ver el ahorro.
Peter intentó seguir negociando conmigo un par de días más. Pero no lo consiguió.
Llegado este punto, me di cuenta que yo tenía mucho peso en la casa. Quien realmente cortaba el bacalao era yo. Nunca se tomaba ninguna decisión sin antes consultarme, lo que me dio la sensación de ser la persona que llevaba la batuta dentro de la casa.
A los demás si, se les consultaba, pero pronto me di cuenta que el peso de las opiniones no contaba por igual. La mía pesaba más, bastante más...

2 comentarios:

  1. Uff, yo tampoco veo ese plan por ningún sitio. ¿Cómo sigue la historia?, quiero más :)
    Lo de tener la voz cantante y la última palabra me suena, me suena mucho. En la universidad siempre tengo que ser yo el que tire del grupo para aprobar los trabajos... lo odio.
    Un besito!!

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  2. Ay madre!, a mí me pasaba lo mismo en la Universidad... por desgracia hay que gente que saca buen provecho de eso...

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