Una mañana de sábado aparece, en mitad de nuestro
jardín trasero, un perro. Pensé: cómo demonios ha entrado este
animal?... Lo cierto es que únicamente teníamos una valla de un solo
lado que nos separaba del vecino de nuestra izquierda, pero que no
cubría la parte de la derecha. Por lo que si el vecino quería entrar a
nuestra casa, podía hacerlo si le apetecía…
Este
perrito, muy pequeño, despeinado, asustadizo y sinceramente, bastante
feo, estaba en nuestro jardín. Cuando nos vio, a Juyeon y a mí, se nos
quedó mirando, pero enseguida vio que no íbamos a hacerle nada.
Evidentemente,
le ofrecimos agua y comida, y… lo secuestramos!. El vecino no sabía que
lo teníamos nosotros, y lo metimos dentro de la casa. Juyeon y yo
decidimos quedárnoslo. A mí me hacía ilusión tener una mascota,
extrañaba a mi perra en España, y la única compañía que tenía en mi
habitación eran dos plantas pequeñas con flores llenas de pulgas (las
cuales me costó mucho combatir). El perrito olisqueaba el salón, aunque
se mostraba desconfiado aún…
En
algún momento, creo escuchar al vecino que lo llama. Juyeon y yo no
dijimos que lo teníamos. Se quedó aquel animal en nuestra casa
prácticamente todo el día, hasta que… Peter lo descubrió!. Nos dijo que
el casero no permitiría una mascota en la casa, y que tarde o temprano
el vecino se enteraría de nuestra fechoría (algo bastante obvio,
teniendo en cuenta que el vecino vivía justo al lado nuestro… ), por lo
que no podíamos tenerlo en casa… Teníamos que terminar con nuestro
secuestro!.
Jardín trasero de mi casa. Dublin.
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