domingo, 2 de diciembre de 2012

Vivir en solitario: Dublin (XXXVIII)

Llegó el dia de mi regreso temporal a España. Tenía que hacer el examen de francés a la semana siguiente. Estaría allí unos 10 días más o menos.
Asique por la tarde preparo la maleta. La idea era llevarme toda la ropa de verano que me había traído, para cambiarla por la ropa de invierno. Sabía que aún me quedaba un par de semanas más de verano, ya que estábamos a finales de agosto, pero no tendría otra posibilidad de poder traerme la ropa.
La parte mala de la historia fue que el avión salía a las 6 de la mañana… No había transporte público a esas horas, y yo no tenía suficiente dinero como para pagar un taxi hasta allí, asique me fui el día antes por la noche y dormí en el aeropuerto, sentada en un banco con mi maleta.
Tenía cierto nerviosismo por regresar a casa, aunque sea un par de días, para ver a la familia. Llevaba mucho tiempo fuera…

Recuerdo que aún era de noche, y yo estaba pasando el control de pasaportes. Tenía tantas ganas de llegar a casa que el vuelo se me hizo un poco largo, aunque como no había dormido especialmente bien en el aeropuerto, pude cerrar los ojos un durante un tiempo.
Cuando salgo del avión, veo que mi vuelo está esperando para ser cargado nuevamente con pasajeros con destino Dublin. Ese mismo vuelo había sido el que yo había cogido casi 2 meses antes. Y allí vi, las caras de personas ilusionadas porque se marchaban de vacaciones, con ganas de conocer las tierras que yo acababa de dejar atrás.
Cuando recojo la maleta, ya en España, empiezo a notar la primera rareza: todo el mundo habla en español. Cogí el metro y me dirigí a mi casa. Este tarda una hora aproximadamente hasta donde vivo. Cuando salgo del tren, lo primero que me recibe del exterior, es una cachetada de aire caliente… Yo llevaba 2 meses viviendo a 20 grados, y de golpe, me encuentro en un horno de grandes dimensiones a 35º.

Cuando llego a mi portal, dudo un poco sobre si tocar o no el timbre. Estaba nerviosa. Iba a ver a mi familia después de mucho tiempo. No sé porqué me sucedió eso.
Jamás olvidaré el recibimiento de mi perra, la que ya os he presentado en mi viaje al País Vasco. Se puso a llorar, se tiró al suelo y no dejaba de moverse a un lado y otro del salón.
El mejor recibimiento de todos, sin duda!.





 

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