Existen situaciones en la vida, en las que uno se siente verdaderamente gilipollas.
Me ha pasado en muchas ocasiones en la vida, y Dublin no sería me excepción.
Por aquel entonces, yo hacía poco tiempo que había conocido a una persona en España, no éramos pareja ni nada, pero hablábamos muy a menudo y en principio, parecía que la cosa cuajaba.
Todas las mañanas, antes de marcharme a clase, nos conectábamos al Skype y chateabamos un rato. Nada transcendente.
Un día me dice que se viene a Dublin a visitarme, que le apetece mucho verme y pasar unos días conmigo. "Genial!", pensé yo.
Él sacó los billetes para venir un fin de semana, y a medida que pasaba el tiempo, yo tenía más ganas de verle.
Todo parecía estupendo: él iba a venir unos días a mi casa e íbamos a pasear un poco por la ciudad.
Sin embargo, y contra todo pronóstico, me envía un email, una semana antes, para decirme que si, que si que viene, pero que no viene solo, sino que 2 amigos vendrán con él.
Evidentemente no pueden quedarse en mi casa, ya que no había espacio suficiente para tanta gente, asique sus amigos reservan una habitación en un hotel del centro.
A mí esta situación no me gusto mucho, porque en un principio lo que iba a ser un viaje para visitarme, se convertiría en un viaje de turisteo, y a mí me tocaría el papel de guía... Y eso no me gustaba, pero antes de adelantarme a la situación, y de quejarme, decidí ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.
A medida que se acercaban los días, él mostraba más entusiasmo por venir a verme, y eso, aunque a mí me llenaba de ilusión, también era igual de cierto que comenzaba a darme cierto miedo la presencia de sus amigos en el medio.
Yo a sus amigos no los conocía, nunca los había visto, y no sabía porqué, pero la situación empezó a darme muy mala espina...
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