lunes, 18 de noviembre de 2013

Dublin y la misteriosa mujer de la iglesia...

Una tarde, después de salir de clase, decido recorrer un poco la ciudad.
Me encantaba meterme por las callejuelas perdidas de Dublin y poder descubrir lugares nuevos e interesantes!.

Adentrándome por la calle Marlborough descubro una iglesia. Desconozco su nombre, pero si os puedo asegurar que lo único que os indicará que es una iglesia es la cruz de la puerta... Su apariencia externa es de banco, o edificio oficial.
Asique viendo su rareza, me decidí a entrar...

La iglesia por dentro era realmente enorme!. Pero nada que la hiciera diferente a cualquier otra iglesia que hubiera visto antes.
La recorro de un lado a otro, hasta que decido sentarme para poder contemplar al detalle las pinturas del techo.

Justo delante mía, hay una mujer sentada que está rezando. De golpe, entre rezos, la escucho sollozar. Al principio lo empezó a hacer muy bajito, apenas yo podia escucharla... pero a los pocos minutos comenzó a subir el volume y yo podía perfectamente oir como la mujer no podia parar de llorar. Lo hacía de manera desconsolada.

Yo no dejaba de observarla, y es que de alguna manera ella me recordaba a mí: se encontraba sola en una iglesia, triste sin nadie pudiera consolarla.
De algún modo yo también me sentía así en Irlanda: estaba sola, algunas veces triste ante la soledad y no tenía a nadie que pudiera consolarme...

Yo no podia preguntarle que le sucedía, y seguramente tampoco hubiera podido hacer nada con su problema, no lo sé...
Cuando me incorporo desde mi sitio, veo que no es irlandesa, tiene rasgos típicamente sudamericanos. Y pude, de alguna manera, imaginarme su situación personal...

En un momento, veo que la pobre mujer, entre lágrimas, está buscando algo con qué secarse las lágrimas y poder limpiarse la cara.
Rebusca en el bolso, en los bolsillos... pero no tiene nada.

Yo abrí mi mochila, y encontré un paquete de clinex, y dude si debía o no ofrecérselo, ya que creo que ella no se había percatado de mi existencia hasta el momento.
Pero pensé que aunque no podia hacer nada por ella, quizás podría ofrecerle un pañuelo.

Me incorporé un poco y le toqué el hombro para que se girase. Ella, incrédula se gira, pero evita mirarme a la cara, yo le ofrezco los pañuelos, que ella acepta sin parar de llorar y con leve gesto de agradecimiento.
Me dice algo muy bajito, que no llego a comprender. Se da la vuelta y sigue llorando desconsoladamente.

Yo me levanté de mi sitio con intención de marcharme, desconozco si ella se giró para mirarme mientras me iba.
La dejé allí, sola y llorando. Cuando salí al exterior de la iglesia la luz, después de venir de la oscuridad, me deja un poco cegada, y empecé a preguntarme si aquella misteriosa mujer de las lágrimas, se habrá preguntado después quién era yo, qué hacía allí y porqué me estaba fijando en ella... Y sobre todo, porqué había decidido ayudarla sin pedirle nada a cambio...

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