miércoles, 20 de noviembre de 2013

Dublin y el perro no me deja trabajar...

Un día recibo un mensaje de mi jefa diciéndome que fuera a trabajar un poco antes. Y así lo hice.
Tuve que salir pitando de mi clase de ingles para poder estar una hora antes como ella me pedía.

Cuando me presento en la casa toco el timbre y nadie me abre. Sin embargo, escucho ladrar al perro del otro lado de la puerta del garaje.
Espero. Toco timbre otra vez. Nadie responde. Espero otra vez. Pasados unos 20 minutos sin obtener respuesta, le envío un mensaje a mi jefa diciéndole que estaba en la puerta esperándola.

Ella me contesta a los pocos minutos, alegando que se le había hecho tarde y que no podia abrirme, pero que no me preocupase, ya que la puerta de la entrada estaba abierta. Que entrase y limpiase un poco.
Nuevamente la confianza dublinesa en cuanto a seguridad que nunca dejará de sorprenderme...

Viendo que estaba en la puerta de la casa, que tenía el permiso de mi jefa y que además necesitaba el dinero para poder hacer la compra de la semana decidí entrar...

Sin embargo, hubo un detalle con el que no contaba: el perro.
No recuerdo como se llamaba, pero si que tenía un nombre difícil de pronunciar...

Me acerqué a la puerta del garaje, y escuché al perro como transformaba sus ladridos en gruñidos nada amistosos.
Yo también tengo perro, y sé diferenciar cuando uno es o no es bienvenido, y en este caso no había ninguna duda...: el perro no me quería en la casa.

Como veo que no puedo acceder a la casa por el garaje, lo intento por la puerta del salon, es decir, por la entrada principal.
Cuál es mi sorpresa cuando descubro que la puerta que conecta al garaje y la casa está abierta y el perro, al escuchar que intento acceder a la casa por la otra puerta, da la vuelta y se presenta en la principal ladrándome y gruñiéndome a partes iguales... Asique urgentemente cierro la puerta!.

Asique me quedo en el jardín, pensando qué hacer para poder entrar, pero teniendo miedo que los vecinos me viesen y pensaran que era un ladrón, con el consiguiente riesgo que llamasen a la policía...

He de decir que el perro era enorme, pesaría unos 30 ó 35 kilos aproximadamente, y tenía bastante mala leche...

Asique a riesgo de perder un brazo con aquel animal, decidido, después de unos 15 ó 20 minutos, desistir de mi intento. Y pese a que necesitaba trabajar, más necesitaba mantener mi pellejo a buen resguardo.

Le mandé un mensaje a mi jefa diciéndole que me marchaba, ya que el perro no me dejaba entrar a la casa. Y me fui.

Por suerte, días después volví, ya estando la dueña en la casa, y me pagó el día que no había trabajado por las molestias, algo que le agradecí enormemente, ya que el dinero me hacía mucha falta...
Y el puñetero del perro, mientras tanto, me miraba desde su camita con cara de angelito... sera desgraciado!.

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