Después de un par de semanas de estar en Dublin,
una mañana soleada de sábado, me levanto con una opresión en el pecho.
Siento angustia y desolación. No entiendo el motivo.
Me
quedo en la cama pensando qué es lo que me está pasando. Un mal sueño?,
el agobio de verme sola en un país extranjero?, el miedo a no poder
afrontar la situación?... No, no era nada de eso.
A
mi mente vinieron recuerdos del pasado: una ruptura sentimental tremendamente
dolorosa no muy bien gestionada por el dejador y pésimamente asumida por
la persona dejada.
Había
pasado algún tiempo de aquello, pero estando sola en Dublin y en muchas
ocasiones teniendo tanto tiempo libre, mi mente, mis pensamientos y mis
recuerdos ocupaban buena parte de ese tiempo ocioso.
A
pesar que la losa de la culpabilidad por lo sucedido la había estado
cargando yo hasta ese momento, por primera vez, después de tanto tiempo,
me doy cuenta que había sido un poco injusta conmigo misma. La otra
parte, tampoco lo había hecho tan bien, había cometido fallos que no
quiso, no pudo o simplemente no le apetecía ver. Asumí que los dos, de
alguna manera, habíamos sido los culpables de la situación a la que
habíamos llegado. Y no solamente yo como se me hizo creer en un
principio.
El ver los errores de
la otra persona no exime de los tuyos propios, pero si te descarga un
poco de ese enorme peso. Y por otro lado, ayuda a desmitificar o dejar
de idealizar a la otra persona.
Aquella
mañana comprendí, después de tanto tiempo, que al igual que aparece el
amor, también llega el desamor y el desencanto. Y eso, no es culpa de
nadie. Algo bien distinto es cómo se gestiona dicha situación por ambas
partes. Pero bueno, cada uno lo hace lo mejor que puede. Y con eso me quedé.
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