Hoy será un post muy especial para mí. Lo escribo nada más ni nada menos que desde tierras alemanas!. He llegado hoy, y aunque estoy bastante cansada, estoy contenta.
No estoy en absoluto en ninguna ciudad conocido, más bien es un pueblo pequeño, perdido en la inmensidad de Alemania. Qué cómo llegué hasta aquí?, bueno... es una larga historia, y desde luego si hace un mes me lo hubieran contado no me lo hubiera creído. Y pensé sobre ello. Sobre cómo nos cambia la vida en cuestión de semanas, o de días, incluso, en minutos o segundos.
Cuando vivía en Irlanda, muchas veces pensaba en ello: cómo he llegado hasta aquí?, qué hago viviendo con un polaco?, qué hago dejándolo todo y volver a mi vida de estudiante?... En Dublin yo tenía mucho tiempo para pensar, e intentaba encajar lo que habían sido para mí los meses anteriores.
Efectivamente, yo no era feliz. Tenía un trabajo envidiado por muchos, menos por mí. Tenía coche de empresa con todos los gastos pagados, un buen sueldo, teléfono a mi disposición, portátil con conexión a Internet en todo el planeta, un puesto deseado por muchos... y eso que, por aquel entonces, yo no había cumplido ni los 30 años todavía... Pero era infeliz.
Estar en Dublin, me permitía valorar lo poco que tenía, y que me aportaba realmente mucho a nivel personal. Estaba viviendo una experiencia, que quizás, no vuelva a repetirse nunca.
Valoraba la independencia de no vivir en casa de mis padres, de conocer una cultura diferente a la mía, una lengua muy distinta... pero también, el estar lejos de casa, la soledad, la falta de amigos... se entrelazaba en aquel guiso de sensaciones positivas. Una mezcla entre lo bueno y lo malo que te hace ver las cosas tal como son, sin adornos ni florituras...
Muchas noches, cuando salía a sacar la basura, me sentaba en el escalón de entrada a mi casa, y observaba las casas de los vecinos, pensaba y meditaba sobre mi vida, lo que había sido y lo que era en ese momento... Muchos cambios, muchas experiencias tristes y alegres en poco tiempo, un cúmulo de sensaciones difíciles de describir.
Aquellas noches de soledad, sentada en el escalón de entrada de mi casa, con la única compañía de mi pijama y mis zapatos de andar por casa, me hicieron ver, que aunque estaba sola y no tenía amigos allí, y aunque todo lo que me rodeaba era desconocido para mí, yo tenía ganas de vivir la experiencia, porque estaba en Dublin y era el presente lo que importaba...
Entrada de mi casa en Dublin, donde pasé muchas noches de reflexión... :)
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