martes, 29 de mayo de 2012

Vivir en solitario: Dublin (XIV)

Y llegó la buena noticia: desde España me confirmaba mi mejor amiga, es decir, Mari Carmen, que el primer fin de semana de agosto venía a visitarme.
Las visitas, en la mayoría de los casos, son bien recibidas. Cuando uno está en el extranjero y solo, lo son aún más...
No sólo porque te apetece ver a esa persona a la que tanto aprecio le tienes, sino que además, es una manera de compartir lo que estás viviendo, algo, que hasta la fecha, lo había hecho totalmente sola.
Sólo iba a ser un fin de semana, a primeros de agosto, pero yo valoré mucho su esfuerzo (a nivel personal y económico).
Faltaban como unas 3 semanas para que viniese y yo no dejaba de pensar en los sitios donde la llevaría: el Café Bell, Trinity College, Stephen Green Garden... Pero tampoco quería agobiarla, es decir, que ella llegase y yo la manejase como un títere de aquí para allá, disponiendo de su tiempo como si fuera el mío...
Cuando uno vive solo, lejos de casa, tiende a acamparar a la persona que viene a visitarlo a uno, aunque por otro lado, es normal que esto suceda...

Por otro lado, yo ya había decidido que seguiría trabajando para Thomas. Es cierto, él no podía moverse, ni levantarse de la cama, ni correr, ni hablar... pero también era igual de cierto que él no era plenamente consciente de su situación. Me di cuenta, que él no se planteaba si era feliz o no, si su vida era maravillosa o no, si tenía amigos o no, él simplemente vivía el momento, y disfrutaba de las visitas en casa, del amor que sus padres sentían hacia él.
Quizás yo, yendo unas 2 ó 3 veces por semana, eran suficientes para que él fuese feliz, para que se riera un rato, para que se sintiera acompañado, porque al fin y al cabo, lo que a él más le interesaba era el momento, el aquí y ahora. Y nada más.


Mimo en Grafton St. Dublin.

jueves, 24 de mayo de 2012

Vivir en solitario: Dublin (XXIII)

Y llegó la mala noticia: desde España me confirmaban que había suspendido mi exámen de francés... Por suerte no las 4 partes de las que constaba la totalidad del examen, pero si dos de ellas.
De alguna manera eso trastocaba mis planes. Por aquel entonces, yo estaba cursando tercer curso en la escuela oficial de idiomas. Segundo lo había hecho 4 veces, si, has leído bien, 4 veces... es que le había tomado cariño a aquel curso... y no quería verme en la misma situación con tercero.

Tenía que presentarme en septiembre para recuperar el "écoute" y la comprensión lectora. Lo que me obligaba a un viaje relámpago a España, con el que no había contado en un principio, para poder presentarme al examen, pero además, me obligaba a estudiar francés en Irlanda... una auténtica locura!. Pero tenía que hacerlo!. Solo llevaba 2 semanas en Irlanda...

Para no mezclar los 2 idiomas, me levantaba temprano por la mañana, en torno a las 8:30 hs. de la mañana para estudiar francés, y después me iba a la escuela a estudiar inglés.

Justo en la calle del mercado de la fruta y la verdura, había un centro comercial, dentro de él había una biblioteca enorme, subiendo unas escaleras, en la que podías estudiar otros idiomas. Tenían una sala exclusiva con ordenadores, y podías reservalos durante una hora para utilizarlos con CDs de idiomas al estilo "Talk to me" o similares. Además, determinados días a la semana habilitaban una sala para intercambios de idiomas con otras personas... Fue un gran descubrimiento para mí!. Además de poder estudiar podría practicar francés en vivo y en directo!. Y de paso, también el inglés!.

Solo hay que darse de alta en la zona de información. Jamás olvidaré aquel día en el que pedí mi carnet de la biblioteca. El hombre de la recepción me pregunta mi nombre y mi apellido. Me pregunta la nacionalidad, y le digo que soy italiana, me pregunta dónde he nacido, le digo que en Argentina. En ese momento ya me miró extrañado. Me pregunta dónde vivo, le indico que mi residencia habitual está en España, pero que temporalmente estoy residiendo en Dublin. En ese momento esbozó una sonrisa de sorpresa.
Por último, me señala que mi apellido parece vasco, a lo que le contesto: "no señor, mi apellido es austríaco...". Directamente largó una carcajada y me preguntó si le estaba tomando el pelo, a lo que amablemente le respondí que no, que todo lo que le había contado era cierto. Es que soy una persona de mundo...


Puesto de flores en Grafton St. Dublin, Irlanda.

viernes, 18 de mayo de 2012

Vivir en solitario: Dublin (XXII)

Thomas. Así se llamaba el niño que tenía que cuidar.
Ya había acordado el precio de mi hora con la madre (era una miseria, pero bueno, ayudaba a mi economía...). Iría por las tardes, unas 2 ó 3 veces por semana, en función de las veces que me necesitase, y unas 3 ó 4 horas cada día.
Mi trabajo era cuidar del niño y hacer algunas labores domésticas sencillas.

La casa se encontraba a las afueras de Dublin. Tuve que empollarme bien el mapa antes de ir para no perderme, y hablar con el conductor para que me avisara en donde bajarme, ya que por esa zona las calles suelen ser iguales y es fácil perderse...
Cuando llego al lugar, no consigo ubicarme muy bien, qué le vamos a hacer... soy mujer y no interpreto mapas...
Tengo que enviar un sms a la madre para que me explique como llegar. Por suerte me respondió, y después de estar media dando vueltas por el barrio consigo encontrar la casa...

Describiré la situación. La casa tenía un jardín delantero enorme!, como casi todas las casas irlandesas. Cuando toqué el timbre me atiende la madre, una mujer muy amable y simpática que no duda en hacerme pasar al interior.
La familia constaba de 5 miembros: la madre, el padre y 3 hijos: una niña mayor que Thomas, Thomas y otra niña menor que él. Además, tenían un perro que no dejaba de gruñirme siempre que tenía la oportunidad, y varios conejos que tenían en el enoooooooooooooorme jardín del fondo, cuyo tamaño equivaldría a unas 2 ó 3 pistas de tenis... Allí tenían los juegos de los niños.
La casa tenía dos plantas, y habitaciones por todos lados. La planta de arriba nunca llegué a conocerla.

Según iba caminando, me iba tropezando con  ropa, zapatos, toallas, balones, muñecas, juegos de mesa, peluches de grandes dimensiones... en mi vida había visto una casa tan desordenada. Las cosas estaban por todos lados: en el pasillo, en las habitaciones, la cocina, el cuarto de baño... Podías encontrarte las cosas más inverosímiles en los lugares más insospechados...
Cierto es, que yo me he criado en una casa tremendamente ordenada y limpia. Quizás demasiado...

La madre, que hacía un esfuerzo sobrehumano para que yo pudiese entenderle, me dice que me va a presentar a su hijo.
Abre dos puertas dobles de par en par, la habitación era enorme, con suelo de madera y un ventanal gigantesco a la derecha.
En el fondo una cama ortopédica, y en su interior, Thomas.
El "niño", tenía 15 años..., y la pequeña minusvalía de la que me había hablado su madre por email, era una minusvalía motora que no le permitía moverse con normalidad y agarrar objetos con las manos, y que le obligaba a estar o en una silla de ruedas o en una cama, ya que tenía los músculos paralizados.
También era una minusvalía psíquica, que no le permitía hablar, únicamente emitía sonidos, había que darle de comer con cuidado, ya que podía ahogarse, y esa misma minusvalía, había sumido al pobre Thomas en una perpetua infancia, ya que se había quedado paralizado, psíquicamente hablando, en los 2 años.
Es decir, era un adolescente de 15 años, metido en la mente de un niño de 2...

Cuando lo vi, me quedé parada, no dije nada. Era obvio que la familia había aprendido a vivir con un miembro con discapacidad severa, y lo llevaban con normalidad. Yo nunca había trabajado con alguien con una minusvalía a ese nivel. Y pensé: quién iba a ser yo para poner el punto sobre la "i" y hacer notar la minusvalía de Thomas?... Si ellos actúan con normalidad, yo haré lo mismo. Asique esbocé una sonrisa al ver a Thomas, y él, con la gracia de un niño, hizo lo mismo.

La madre, sin muchos preámbulos, me dijo que limpiara un poco el salón. Era tal el desorden, que no sabía por donde empezar... saco el polvo de los muebles, intento sacarles un poco de brillo con el "Pronto", y paso la aspiradora.
La madre me dice que cuide de Thomas, mientras ella se pone a hacer los deberes con las hijas. Lo único que debo hacer es leerle cuentos, hablarle, y jugar con sus juguetes, ya que él no puede coger ninguno. Y fue lo que hice: intentar estimular sus sentidos, a través de mis palabras, de las imágenes de los libros... fue una auténtica delicia ver cómo él me entendía cuando le hablaba. Se reía, chillaba como un niño y agitaba las manos de contento, al ver que yo le prestaba atención y que jugaba con él.

Él se comunicaba conmigo a través de la mirada y de los gestos que hacía con la cara. Yo no le entendía. Cuando terminé, la madre me pagó según lo acordado. Me marché saludándola y arreglando para volver en unos 2 ó 3 días.
Cuando cerré la puerta, en la acera de enfrente, pasan dos chicos de una edad aproximada a la de Thomas. Reían, y comentarían cosas de adolescentes propias de su edad, supongo. A mí se me caían las lágrimas de tristeza pensando que la vida había sido muy injusta con Thomas, él nunca podrá hacer esas cosas, no podrá ir al cine con una chica, enamorarse, jugar el fútbol... como los demás chicos de su edad, el futuro que le esperaba era una cama ortopédica, cuentos infantiles y una habitación con un enorme ventanal.

Me quedé parada, delante de la puerta de la casa, observando a esos chicos, llorando de rabia y de impotencia por los dados tan malos que le habían tocado jugar en esta vida a Thomas.
Dudé si podría seguir yendo a trabajar a aquella casa, no puedo con este tipo de situaciones dolorosas. Cogí el autobus de vuelta a casa, analizando e interiorizando lo que había significado ese día para mí, y quizás, también, para Thomas...

The Dubliners, el grupo favorito de Thomas...

martes, 15 de mayo de 2012

Vivir en solitario: Dublin (XXI)

Cuando llevaba aproximadamente unas 2 ó 3 semanas, mi vida giraba en torno a las clases de inglés, mi ansiada y recién estrenada independencia y adaptarme a la nueva ciudad que me acababa de alojar.

Sin embargo, sentía que mi vida de estudiante no era suficiente para mí, se me quedaba pequeña. Mi vida de estudiante se había terminado hacía unos 4 ó 5 años, y verme nuevamente en esa situación, era como volver atrás. Llevaba años dentro del mercado laboral, y si bien nunca había dejado de estudiar, también es cierto que siempre lo había compaginado con el trabajo.
Decidí que lo mejor era buscar un trabajo. Pero claro, yo tenía enormes limitaciones con el idioma. Generalmente, como suele suceder en la mayor parte de los países, cuando uno es extranjero y además tiene el añadido de no dominar el idioma local, los trabajos a los que se puede acceder son: camarero, atención en un "take away", canguro, obras... quitando el último, todos me exigían una gran dominio del inglés.
Decidí que lo mejor sería buscar un trabajo para cuidar niños. Yo ya tenía experiencia, había cuidado niños durante el verano mientras estaba en la universidad.

Accedí a la web: http://www.easyaupair.com/register/ . Me di de alta y colgué un anuncio ofreciendo mis servicios. Contactaron conmigo unas 3 ó 4 personas. La mayoría me ofrecían ser interna, si bien me ahorraría el alquiler, perdería libertad.  Asique tuve que rechazarlos. Para mí era muy importante el poder tener toda la libertad, acababa de independizarme y necesitaba tener mi vida, mi espacio...
Yo buscaba trabajar unas horas al día, a ser posible por la tarde.

Un día contactó conmigo una señora, que era madre de 3 hijos. Buscaba a alguien que cuidara a su hijo unas horas por la tarde. Perfecto para mí!...


Parque en Dublin.

domingo, 13 de mayo de 2012

Vivir en solitario: Dublin (XX)

Cuando salía de la escuela, muchos días me dedicaba a recorrer la ciudad antes de irme a casa...
Paseaba muchas horas recorriendo callejuelas, iglesias, y rincones escondidos de Dublin.

Cuando pasa el tiempo, necesitas encontrar TU lugar en aquella ciudad. Un lugar "especial", escondido, y cuyo significado únicamente lo conoces tú.
Yo recorría aquellas calles buscando "mi lugar" en aquella pequeña ciudad llamada Dublin... Y lo encontré. Era una pequeña cafetería, escondida detrás de la iglesia de Santa Teresa, en Grafton St. Se encontraba sobre la calle Clarendon St., pero se podía acceder a ella a través de la iglesia también.

Era un lugar tranquilo, escondido de todo bullicio de la ciudad, guardaba el recuerdo de las cafeterías de antaño, con su suelo de madera, sus sillas viejas, sus relojes antiguos... y allí me presentaba yo, cada viernes por la tarde, cuando terminaba mis clases!.
Allí sacaba mis libros y me ponía a estudiar tranquilamente mientras me tomaba un chocolate caliente.

En las mesas de al lado, siempre había gente charlando en voz baja. En una ocasión, mientras estudiaba, un anciano de la mesa de al lado me observaba y me sonreía con educación. Yo no entendía un ejercicio que estaba haciendo, y levanté la mirada y le pregunté una duda que tenía con el inglés... El hombre, fiel al espíritu irlandés de la cordialidad, la hospitalidad y las relaciones sociales, me explicó.

No negaré que aluciné con la reacción de aquel hombre, que me explicó un tema de su idioma que yo no entendía como si me conociera de toda la vida...

Muchas gracias Mi yo del pasado por haber compartido conmigo mi rinconcito especial!

Café Bell, Dublin.