domingo, 1 de enero de 2012

Vivir en solitario III: Dublin, Irlanda

Mientras mi proyecto tomaba forma y mi fecha de partida se acercaba, comencé a sentir una enorme melancolía. Dejaba España, mi familia, los pocos amigos que tenía, el entorno conocido... para irme a un país cuyo idioma no controlaba y no conocía a nadie...
Miraba las calles, las casas, las gentes... con tristeza, a modo de pequeña despedida, como si no fuera a volver jamás...

Cuando cerré el billete, ya no había marcha atrás. Ya tenía día y hora para irme.
Fue difícil decírselo a mi madre, ya que ella se quedaba sola en casa. Aunque entendió que se me presentaba una oportunidad única, no pudo evitar sentir una enorme tristeza, y de alguna manera, terminó por contagiármelo...


Si bien no tenía mucho que organizar, tan solo la ropa que iba a llevarme, el dinero que iba a necesitar, el tema de la vivienda... si necesitaba asimilar psicológicamente el cambio que se me presentaba.
Intentaba pensar todo el tiempo que sería una experiencia personal, que seguramente no tendría la posibilidad de vivir en otro momento de mi vida con las facilidades que tenía en ese momento.
Y sobre todo, que era una etapa de mi vida, con fecha de comienzo y de finalización.

Yo dejaba España, si, es verdad, pero me esperaba Dublin, con los brazos abiertos y cargada de experiencias...

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