sábado, 18 de julio de 2009

El momento de la cena...

Después de haber estado en el Coliseo regresé al hotel, ya que comenzaba a hacerse de noche y no sabía si Roma era segura o no para una chica sola. Lo cierto es que no es una ciudad especialmente peligrosa, pero siempre cabe tener cierto cuidado, sobre todo en algunos parques de la ciudad cercanos al centro.

Quería hablar de un punto importante y que merece mención aparte. El momento de comer o de cenar. A mí me pasó algo curioso en Italia, que no me ha sucedido en ningún otro viaje.
Nada más llegar a mi habitación me di una buena ducha para presentarme al salón con un aspecto medianamente decente.
Cuando bajé al salón no podía creer lo que vi: estaba completamente vacío. Al principio pensé que la cocina podía estar cerrada, sin embargo, un camarero me advirtió que la cocina estaba abierta y me pidió que tomase asiento.
De primero una ensalada y de segundo un plato de pasta serían mi cena.

Cuando el camarero se marchó para pasar el pedido a la cocina me quedé completamente sola, sentada en un salón con unas 50 mesas a mi alrededor, que para mi desgracia, estana vacías. No se escuchaba absolutamente nada, aunque de vez en cuando venía algún ruido de la cocina.
Creo que en ese momento el salón me pareció mucho más grande de lo que realmente era, y ahora mismo no soy capaz de expresar el enorme vacío, la soledad y la angustia que me invadió.
Aquella noche me parecieron que los espaguettis eran clavos y la salsa, arena, y a cada trago que daba me arañaba la garganta y me caía en el estómago como una losa. Difícil de digerir...

Cierto era que mi situación personal en aquel momento no era el mejor, y buena parte de las dificultades emocionales que sufrí en mi primer viaje se debieron a ello. Pero lo mismo da que no estemos pasando por el mejor momento de nuestras vidas, nadie está exento de sufrir este tipo de situaciones un tanto duras mientras está viajando solo.

En ese momento me ayudó mi libro de viaje sobre Italia. Además de organizarme el día siguiente me permitió alejar mi mente de lo que estaba viviendo en ese momento.
Es una buena escapatoria a ese tipo de situaciones, como lo fue para mí ese mismo día, el tener que marcharme de la habitación e ir a dar una vuelta.
No lo negaré: no tomé postre. Aquel día ya había tenido suficientes emociones fuertes... Tocaba descansar.


El Coliseo. Septiembre de 2007.

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