De vuelta a casa, mi amigo y yo cogemos un taxi para regresar. Los demás regresan al hotel.
Durante el trayecto no hablamos demasiado. El único comentario que me hizo fue que necesitaba ir al cuarto de baño con urgencia porque su vejiga estaba a punto de estallar...
Cuando llegamos a la puerta de mi casa, él se baja mientras yo pago el taxi.
Al salir, lo veo fumándose un porro en la puerta y con una clara evidencia de querer orinar en la puerta... Le pido que por favor espere a que abra para que pueda entrar a la casa y subir al cuarto de baño.
A mí no me importa que una persona fume marihuana, pero en Irlanda son muy conservadores y las cosas son muy distintas. Además, que yo no vivía sola y podia tener problemas con mis compañeros de piso.
Mientras él está en el cuarto de baño, pienso que la situación está siendo tremendamente injusta: Mi amigo no se porta bien conmigo, casi no me hace caso, y yo tengo que hablar con los demás porque él pasa de mí.
Cuando regresa, le comento la situación. A él únicamente le quedaba un día, el domingo, antes de regresar a España.
Él me escucha, me pide disculpas y me dice que entiende perfectamente la situación. Admite que no se está portando bien, y que es lógico que me sienta una guía turística. Todo pareció arreglarse y aclararse.
Sin embargo, a la mañana siguiente, mientras desayunabamos y tras un comentario mío, él me asegura que no recuerda absolutamente nada de la charla de la noche anterior. Como si no la hubiéramos tenido!.
Ante mi sorpresa, él me aclara que anoche estaba demasiado borracho y que se acuerda del taxi, de las ganas de orinar en la puerta de mi casa... pero ni rastro de la conversación que tiene conmigo...
Yo, frustrada, vuelvo a decirle lo que le había dicho la noche antes. Sin embargo, su reacción fue bien distinta en esta ocasión: mostró incomodidad y no entendía porqué protestaba.
La situación se volvió tremendamente tensa, yo porque estaba furiosa por su actitud, y él porque se mostraba incómodo.
Aquella mañana, yo me aferré a la esperanza de que él recapacitara y cambiara su actitud hacia mí, una actitud distante, fría y pasota.
Contra todo pronóstico no fue así. Sus amigos lo llamaron por la mañana para quedar. Él se puso nervioso y empezó a meterme prisa para volver al centro de la ciudad cuanto antes.
Durante el trayecto en el autobus no me dirige la palabra y el aire se corta con un cuchillo. Asique mis esperanzas de que esta persona cambiara su actitud hacia mí se desvanecen...
Cuando quedamos con sus amigos, en el centro de Dublin, las cosas no son muy diferentes a como habían sido el día anterior.
Ya en este momento, me planteo seriamente en echarle de mi casa...
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