En las próximas entregas me gustaría hablar de mis
compañeros de piso. Ya he comentado mucho sobre ellos, pero siempre lo he hecho
por encima.
He de decir, que tuve mucha suerte. A lo largo de mi
estancia en Dublin, incluso antes y después de ella, he escuchado muchos
comentarios sobre la vida en piso compartido. Muchas historias, buenas, malas y
regulares. Desde el compañero de piso que se marcha sin avisar a nadie dejando facturas pendientes, la mensualidad sin pagar, que no colaboraba en la casa… hasta compañeros de piso que se hacen amigos para siempre. He oído de todo.
Precisamente por todo esto, antes de marcharme a Dublin,
tenía tanto miedo a compartir piso. Temía que mi estancia se convirtiera en un
infierno.
Pero seamos sensatos. Un 50% del buen o mal clima que se
cree en una casa compartida, dependerá de nosotros mismos. Y es precisamente
ese porcentaje el que debemos controlar, porque es el que nos corresponde a
nosotros. El otro 50% restante, dependerá de los demás y casi no tendremos
ningún control sobre él.
Hay que analizar nuestros puntos fuertes y débiles, aquellos
puntos que serán conflictivos en la convivencia y aquellos otros que
fortalecerán las relaciones con los demás.
Mi punto débil era el tema de la limpieza. Cuestión caliente
en un piso habitado por muchas personas. En ese sentido, tuve que flexibilizarme
bastante. Cada vez que me encontraba el cuarto de baño sucio o la cocina sin
recoger, meditaba si realmente el desorden o la suciedad era lo suficientemente
insoportable como para que me enfadara. O por el contrario, era una manía mía.
De ese modo evité muchos chispazos. Es más, recuerdo pocas ocasiones en las que
tuve un enfrentamiento directo con mis compañeros por este tema, y cuando se
produjo, os puedo asegurar que era más que justificado, y cualquiera en mi situación
hubiera protestado. Por normal general,
si no era algo evidentemente exagerado, hacía la vista gorda.
Otro tema candente, era el tema del ruido. En las casas
irlandesas se escucha absolutamente todo. Están pésimamente aisladas. Antes de
marchar a Dublin desconocía este punto, pero cuando llegué, supe que podía ser
un enorme problema. Quién no ha compartido piso con alguien que no deja de
montar fiestas en la casa?, o hace vida nocturna cuando uno tiene que dormir?,
o pone la música a todo volumen a cualquier hora?... Todo esto con la enorme desventaja que se
podían escuchar las pisadas en el piso de arriba… Asique imaginaos si se
montaba una reunión…
Seamos sensatos. Hay horas y horas para hacer ruido. No
sería justa si me quejo a mi compañero porque ha llevado a varios amigos a la
casa y está montando un escándalo en el salón a las 6 de la tarde. Él también
vive allí y tiene derecho a disfrutar de la casa como yo. En alguna ocasión, tuve que estudiar en la
cocina porque Juyeon había llevado a varias amigas a su habitación, y era
imposible poder concentrarse. Ella tenía la habitación que estaba justo encima
de la mía, y se escuchaban las conversaciones perfectamente. Era evidente, que
la culpa no era de mi compañera de piso, sino de la construcción de la vivienda.
Era una hora razonable y yo no me vi con ningún derecho a quejarme. Aunque he
de decir que por tema de ruidos jamás protesté.
El compartir significa ceder unas veces y recibir otras. Un
ejemplo: la televisión. Nosotros teníamos únicamente una tele para 4 personas.
Evidentemente teníamos que compartirla. Cómo elegíamos los programas?, bueno,
quien primero encendía la televisión tenía derecho a elegir el programa. Si a
los demás les aburría y éramos mayoría no quedaba otra que cambiarlo.
Si había dos programas el mismo día a la misma hora, no
quedaba otra que negociar. Generalmente se cambiaba durante la tanda
publicitaria y se alternaba, un rato uno y otro rato otro.
Pero en regla general, no solía haber problemas de este
tipo. Si alguien llegaba y quería ver la tele, siempre preguntaba antes si
podía cambiar el canal.
Algo similar sucedía con el cuarto de baño. Situación: 1
baño, 4 personas de las cuales 2 eran mujeres. Peligro. En este caso no quedaba
otra que negociar la ducha.
Por la mañana no había problemas, porque todos teníamos horarios
distintos. Pero Juyeon y yo coincidíamos en nuestra hora de ducharnos. Siempre
hablábamos a quien le tocaba primero. Y no había mayor dificultad.
Para que todo esto funcionase en el día a día, era necesario
un buen clima, basado en el respeto y la educación hacia el otro. Que desde mi
punto de vista siempre lo hubo, porque de lo contrario hubiera sido un
auténtico infierno vivir en esa casa.
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