jueves, 27 de junio de 2013

Dublin y Juyeon...


Juyeon llegó a nuestras vidas cuando llevábamos Peter y yo solos un mes en la casa.
Nos gustó desde el principio, fue la primera persona normal que entrevistamos después de no sé cuánta gente rara que vino a ver la habitación.
Después de su visita, ella no tardó en contactar con nosotros para decirnos que se quedaba con una de las habitaciones de la planta de arriba.

Juyeon era de Corea, cuando llegó a Dublin llevaba 6 meses fuera de su casa. Previamente se había marchado a EE.UU. para estudiar. Había estado en Los Angeles, San Francisco, Las Vegas… vamos, que se había recorrido casi todo Estados Unidos.

En la residencia de estudiantes donde ella estaba conoció a un estudiante alemán. Comenzaron a salir y entablaron una relación a la que desde el principio le pusieron fecha de caducidad: No era compatible con la distancia, ella en Corea y él en Alemania. Asique la historia duraría hasta que ella tuviese que regresar a su país.

En junio de 2009, a Juyeon se le vence su permiso de estudiante en tierras norteamericanas, cuando solicita la renovación se la deniegan. Pero Juyeon aún no quiere regresar a Corea, asique pide permiso de estudiante en Inglaterra. Nuevamente es denegada.

Le quedaba la opción de Irlanda, la cual es más permisiva con estos temas. La solicitó y le fue concedida. De inmediato voló hasta Dublin, algo que puso muy contento a su “pareja” alemán, ya que estaban muy cerca el uno del otro.

Juyeon pasó un mes en una residencia de estudiantes en el centro de Dublin, pero estos cerraban en agosto, por lo que tenía que darse prisa en encontrar nuevo alojamiento.
Por suerte, no estaba sola, tenía amigas coreanas que vivían en Dublin y que también estaban con un permiso de estudiante en el país.

A través de un anuncio llegó hasta nosotros, y decidió quedarse con la habitación. Con ella entablé una bonita relación, que lamentablemente se vio frenada por la barrera idiomática en muchas ocasiones. Me enseñó algunas palabras en coreano, que ahora mismo no soy capaz de recordar, y yo le enseñé algunas en español. Le encantó como pronunciábamos la palabra “luna”, me decía que le gustaba como sonaba.

Gracias a Juyeon, conocí una cultura diferente: la asiática. Su buena educación, su comida picante (utilizaban unas especias que picaban con solo olerlas!), sus costumbres… todo era diferente, y en nuestras charlas en la cocina, yo no dejaba de preguntarle por aquel país tan lejano para mí: Corea.
 
Su madre era ama de casa, su padre empresario y su hermano militar.

Una noche llamó a mi puerta diciéndome que estaba pasando un frio tremendo allí arriba. Subí con ella y efectivamente en su habitación no se podía estar. Su radiador no funcionaba y el poco calor que había dentro de la casa se le escapaba por la ventana.

Me tiré en el suelo y le revisé el radiador, se lo arreglé con una llave inglesa. Cuando me incorporé, me miró muy sorprendida y me dijo que eso nunca lo hubiera hecho una chica coreana. “No es propio de las señoritas hacer un trabajo de hombres”.

Siempre nos reíamos de nuestras habitaciones. Tenían el mismo tamaño, estaban una encima de la otra, sin embargo, eran diferentes. La mía estaba siempre recogida como un cuartel militar, y la suya, la suya, la suya… bueno, era un desastre!. Ella misma se reía: ropa en el suelo, en la cama, encima del ordenador, productos de maquillaje en la mesilla de noche, en el escritorio, collares y pendientes repartidos por toda la habitación. Siempre que necesitaba algo nunca lo encontraba!, y nos partíamos de risa!.

Pasé muy buenas tardes con ella en la casa, charlando en la cocina mientras cocinábamos o cenábamos. Aunque generalmente no solíamos coincidir con los horarios porque ella solía cenar más pronto que yo.

Aun recuerdo las noches que se quedaba hasta tarde hablando por el Skype con su familia. Como las paredes eran de papel prácticamente, yo escuchaba todo, aunque evidentemente no podía entender nada de lo que decía.

Siempre se estaba riendo y todo se lo tomaba con humor. Una auténtica compañía para mí en tierras irlandesas!.

lunes, 24 de junio de 2013

Dublin y Peter...

Peter fue mi primer compañero de piso. Cuando llegué a la casa fue al primero que conoci, es más, era el único que vivía por aquel entonces en la vivienda.
Hacía poco se había ido su compañera alemana Sabina, y no había conseguido alquilar el resto de las habitaciones.
Cuando aún vivía en España, y localicé el anuncio en Internet, primero estuve hablando con Sabina, pero ésta me dijo que se marchaba y que sería mejor que siguiera hablando con Peter.
Con él negocié el precio de la habitación, y el tema de los gastos de la casa vía email.

Desde el principio intentó que yo y los demás, estuviéramos a gusto en la casa. Respetaba bastante el día a día de convivencia, aunque tenía el defecto de meterse en la vida de los demás y opinar cuando no se le había preguntado su parecer...

Nunca tuve un ningún problema con él. Era bastante negociador y eso ayudaba a la convivencia.

Siempre lo tuve como un artista, le encantaba el diseño gráfico, la fotografía y la arquitectura, y se quedó con la boca abierta cuando le enseñé la Sagrada Familia de Barcelona por fotos. Me dijo:"No dudes que algún día ire para allá, este tío era un genio!".
Con Juyeon hizo una sesión de fotos una tarde en su habitación, y yo lo ayudé haciendo de ayudante arreglando el tema de la iluminación.

De mí siempre decía que admiraba mi orden y mi limpieza. Nunca la casa, y concretamente el cuarto de baño y mi habitación, habían estado tan limpios desde mi llegada. En muchas ocasiones, me decía que yo era perfecta para ser militar profesional: no iba a tener problemas con el orden y la limpieza... jajaja.

Aquí os dejo su página web para que conozcáis lo que hace.

Tenía muchos amigos polacos en Irlanda, los cuales solían venir a casa de vez en cuando.
Llevaba unos 3 años viviendo en Dublin, aunque no fueron de manera constante, ya que durante un año regresó a su tierra, aunque como en su país la economía no mejoraba, tuvo que regresar a Irlanda de nuevo.

Desde el primer mes, siempre intentó tener sexo conmigo. Tenía épocas que estaba más insistente que otras, pero en regla general nunca flaqueó en su empeño de pasar una noche de pasion a mi lado. Para su desgracia, nunca consiguió su objetivo, y se quedó simplemente en eso: en un sueño húmedo de Peter...

miércoles, 19 de junio de 2013

Dublin y los compañeros de piso...


En las próximas entregas me gustaría hablar de mis compañeros de piso. Ya he comentado mucho sobre ellos, pero siempre lo he hecho por encima.
He de decir, que tuve mucha suerte. A lo largo de mi estancia en Dublin, incluso antes y después de ella, he escuchado muchos comentarios sobre la vida en piso compartido. Muchas historias, buenas, malas y regulares.

Desde el compañero de piso que se marcha sin avisar a nadie dejando facturas pendientes, la mensualidad sin pagar, que no colaboraba en la casa… hasta compañeros de piso que se hacen amigos para siempre. He oído de todo.

Precisamente por todo esto, antes de marcharme a Dublin, tenía tanto miedo a compartir piso. Temía que mi estancia se convirtiera en un infierno.
Pero seamos sensatos. Un 50% del buen o mal clima que se cree en una casa compartida, dependerá de nosotros mismos. Y es precisamente ese porcentaje el que debemos controlar, porque es el que nos corresponde a nosotros. El otro 50% restante, dependerá de los demás y casi no tendremos ningún control sobre él.

Hay que analizar nuestros puntos fuertes y débiles, aquellos puntos que serán conflictivos en la convivencia y aquellos otros que fortalecerán las relaciones con los demás.
Mi punto débil era el tema de la limpieza. Cuestión caliente en un piso habitado por muchas personas. En ese sentido, tuve que flexibilizarme bastante. Cada vez que me encontraba el cuarto de baño sucio o la cocina sin recoger, meditaba si realmente el desorden o la suciedad era lo suficientemente insoportable como para que me enfadara. O por el contrario, era una manía mía. De ese modo evité muchos chispazos. Es más, recuerdo pocas ocasiones en las que tuve un enfrentamiento directo con mis compañeros por este tema, y cuando se produjo, os puedo asegurar que era más que justificado, y cualquiera en mi situación hubiera protestado.  Por normal general, si no era algo evidentemente exagerado, hacía la vista gorda.

Otro tema candente, era el tema del ruido. En las casas irlandesas se escucha absolutamente todo. Están pésimamente aisladas. Antes de marchar a Dublin desconocía este punto, pero cuando llegué, supe que podía ser un enorme problema. Quién no ha compartido piso con alguien que no deja de montar fiestas en la casa?, o hace vida nocturna cuando uno tiene que dormir?, o pone la música a todo volumen a cualquier hora?...  Todo esto con la enorme desventaja que se podían escuchar las pisadas en el piso de arriba… Asique imaginaos si se montaba una reunión…
Seamos sensatos. Hay horas y horas para hacer ruido. No sería justa si me quejo a mi compañero porque ha llevado a varios amigos a la casa y está montando un escándalo en el salón a las 6 de la tarde. Él también vive allí y tiene derecho a disfrutar de la casa como yo.  En alguna ocasión, tuve que estudiar en la cocina porque Juyeon había llevado a varias amigas a su habitación, y era imposible poder concentrarse. Ella tenía la habitación que estaba justo encima de la mía, y se escuchaban las conversaciones perfectamente. Era evidente, que la culpa no era de mi compañera de piso, sino de la construcción de la vivienda. Era una hora razonable y yo no me vi con ningún derecho a quejarme. Aunque he de decir que por tema de ruidos jamás protesté.

El compartir significa ceder unas veces y recibir otras. Un ejemplo: la televisión. Nosotros teníamos únicamente una tele para 4 personas. Evidentemente teníamos que compartirla. Cómo elegíamos los programas?, bueno, quien primero encendía la televisión tenía derecho a elegir el programa. Si a los demás les aburría y éramos mayoría no quedaba otra que cambiarlo.
Si había dos programas el mismo día a la misma hora, no quedaba otra que negociar. Generalmente se cambiaba durante la tanda publicitaria y se alternaba, un rato uno y otro rato otro.

Pero en regla general, no solía haber problemas de este tipo. Si alguien llegaba y quería ver la tele, siempre preguntaba antes si podía cambiar el canal.
Algo similar sucedía con el cuarto de baño. Situación: 1 baño, 4 personas de las cuales 2 eran mujeres. Peligro. En este caso no quedaba otra que negociar la ducha.

Por la mañana no había problemas, porque todos teníamos horarios distintos. Pero Juyeon y yo coincidíamos en nuestra hora de ducharnos. Siempre hablábamos a quien le tocaba primero. Y no había mayor dificultad.
Para que todo esto funcionase en el día a día, era necesario un buen clima, basado en el respeto y la educación hacia el otro. Que desde mi punto de vista siempre lo hubo, porque de lo contrario hubiera sido un auténtico infierno vivir en esa casa.

domingo, 16 de junio de 2013

Dublin y la nevera nos dice adiós...

Una mañana estoy desperezándome tranquilamente en mi cama, cuando Peter me golpea la puerta. Enseguida intuyo que algo ha sucedido, pues es raro que mis compañeros de piso llamen a la puerta de mi habitación a primera hora de la mañana sin motivo justificado.
Con los pelos enmarañados y con cara de sueño aún, le abro.

Peter me comenta que algo no va bien con la nevera. Nos fuimos a la cocina y nada más llegar a la altura del refrigerador, vimos que debajo de éste había un charco enorme. Llegaba hasta el fregadero, o lo que es lo mismo, un metro y medio de agua.
Como en la cocina teníamos parquet, corrí a por un cubo y la fregona, porque corríamos el riesgo que la madera se pudriera.

Cuando terminé de limpiar, abrí la puerta de la nevera y descubrí, que ésta había dejado de funcionar. La temperatura que salía del interior era templada.
Yo estaba realmente preocupada por los 4 ó 5 litros de leche que había comprado hacía unos días. Como comenté en un post anterior, en Irlanda lo normal es comprar la leche del día, por lo que es obligatorio conservarla en la nevera todo el tiempo... yo ya me veía tirándolo todo por el fregadero...

Era evidente que había que hablar con el casero. Y es justo ahí, donde radicaba mi siguiente preocupación, y tal vez, la más importante: que el casero se hiciera el tonto, y nos diera largas para comprar una nueva nevera. Algo bastante habitual en España...

Peter se encargó de todo. Llamó al casero y le explicó la situación. Yo me fui a clase, y sinceramente, no pensé demasiado en la nevera...
Por la noche, cuando llego a casa, veo que la nevera sigue en su lugar. Sin embargo, nos tocan el timbre, y del otro lado de la puerta aparece un señor de una tienda, portando una nevera sobre un carrito.
Era nuestra nevera nueva!.
Era más grande, más modera y tenía más espacio que la anterior!.

Sinceramente, nuestro casero se portó fenomenal!. Todos nosotros: Juyeon, Owen, Peter y yo, estabamos super contentos!, parecíamos niños con zapatos nuevos!.

Aquí no sale, pero nuestra nevera estaba justo en el lado izquierdo de la foto.

lunes, 10 de junio de 2013

Dublin y O'Connell St. se colapsa...


En alguna ocasión, me pregunté a mí misma, que sucedería si hubiese un gran accidente, un incendio o una manifestación en O’Connell St. Y por qué me lo preguntaba?: Muy sencillo. Todas las líneas de autobuses, o casi todas, junto con la línea de tranvía, pasan por O’Connell. Esto en principio, no supondría ningún problema, es más, parece una enorme ventaja, dado que se pueden hacer conexiones a todos los puntos de la ciudad en poco tiempo.

Pero también supone un enorme inconveniente: si sucede cualquier catástrofe, la ciudad se colapsa. Y eso fue, precisamente, lo que sucedió una mañana de septiembre de 2009.

Estaba en clase con mis compañeros, cuando empezamos a escuchar sirenas de bomberos y ambulancias. Nos asomamos a la ventana pero casi no podíamos ver nada, aunque éramos conocedores que algo estaba sucediendo por el revuelo que estábamos escuchando.

Cuando termina la clase, me dirijo hacia O’Connell St. para coger el autobús y regresar a casa. Cuál es mi sorpresa al descubrir que O’Connell St. estaba cerrada. Desde el ángulo en el que me encontraba, yo no podía ver prácticamente nada, asique me acerqué.

Había muchísima gente, policías, periodistas, ambulancias… y entre todo este tumulto, un autobús y un amasijo de hierros. Cuando estoy a apenas unos metros del jaleo, entre el amasijo distinto un tranvía.

Qué había sucedido?: un accidente entre un tranvía y un autobús. Literalmente el tren se había metido dentro del bus. Nunca había visto eso…

Todo el mundo sacaba fotos, había muchísimos curiosos como yo, la policía medía la distancia de frenada… y yo no salía de mi asombro. Pensaba en cómo habrían quedado las personas que viajaban del lado del autobús donde había chocado el tranvía.  

Aquí os dejo el enlace para que veáis la noticia de la que os hablo.
 
Como consecuencia del accidente, el centro de Dublín quedó totalmente colapsado, y fue una auténtica odisea llegar a mi casa. Tuve que coger el autobús unas 5 calles más arriba.

Nada más llegué a mi casa, encendí el portátil para buscar información y saber cómo estaban los pasajeros. Por suerte, únicamente hubo heridos.
Según la investigación posterior, la culpa fue del conductor del autobús que se saltó el semáforo.

miércoles, 5 de junio de 2013

Dublin y el falso mendigo


Una noche de viernes, me voy pronto a la cama. Estaba bastante cansada después de las clases y el trabajo. Parece que me duermo enseguida, aunque no cojo sueño en profundidad. Todo normal, hasta que un ruido en el jardín delantero me despierta.

He de recordar que yo era la única que dormía en la planta baja, y que el jardín delantero estaba justo detrás de la pared donde estaba apoyada mi cama.

En el silencio de la noche, escucho que alguien está hurgando en el cubo de la basura que dejábamos junto a la puerta de entrada. Yo podía oír nítidamente como rebuscaba entre las bolsas.

Pensé que era un mendigo o alguien que buscaba comida entre los cubos de basura del vecindario.

Durante un momento, temo que entre a la casa, dado que la puerta de calle no era muy segura, vamos, que se abría dándole una patada. Para colmo, la puerta de entrada estaba justo al lado de mi habitación. Pero después pensé: “menuda tontería!, para qué un mendigo va a entrar a una casa habiendo gente?, indudablemente tendría ganas de tener problemas…”. Seguí escuchando al mendigo hurgando la basura, pero notando que su interés era únicamente ésta, por lo que me tranquilizó el pensar que no iba a entrar a nuestra casa.

Increíblemente, me dormí.

A la mañana siguiente, mientras estoy desayunando, recuerdo aquel episodio, por lo que decido salir al jardín delantero y ver lo qué ha pasado. Cuál fue mi sorpresa al descubrir el cubo de la basura tirado en el suelo, todas las bolsas abiertas y los desperdicios esparcidos por todo el jardín. Y además, claro está, acompañados de unos gusanos blancos del tamaño de mi dedo meñique acampando a sus anchas entre la basura. El olor que de allí salía no lo puedo describir con palabras… nuestro jardín delantero parecía un vertedero!.

Al ver las bolsas abiertas, me doy cuenta que no ha sido un mendigo quien había estado la noche anterior, sino uno o varios gatos que, aprovechando que habíamos olvidado sacar el cubo a la calle para que el basurero lo recogiera, ésta se desbordó quedando la tapa abierta y los gatos aprovecharon la ocasión!.

 Juyeon y yo, entre arcadas, recogimos aquello mientras intentábamos no pisar los gusanos gigantes que se repartieron por el jardín.

Después de esto, nunca más volvimos a olvidar sacar la basura a la calle…