Ya había llegado el mes de agosto, y llevaba en Dublin 1 mes.
No veo avances en mi nivel de inglés, pero he aprendido a vivir sola, con todo lo que eso conlleva: aprender a cocinar, a organizar los gastos, la limpieza, las compras...
No echaba de menos a la familia, aunque hablaba con ellos muy seguido.
Me muevo por la ciudad con mucha soltura, conozco sus escondites, y empiezo a familiarizarme con sus costumbres y sus gentes.
Salir los fines de semana en Dublin es tarea obligada, sobre todo por la zona más famosa de la ciudad: Temple Bar.
Desgraciadamente, yo no podía hacerlo todos los sábados, ya que vivía un poco lejos del centro de la ciudad, por lo que tenía que conformarme con visitar los bares de mi barrio.
Es precisamente allí, donde conozco los verdaderos pubs irlandeses, lejos de aquellos locales orientados al turista en el centro de Dublin.
A unas 2 calles de mi casa, encuentro un pub, en una esquina. Era bastante grande y siempre había gente dentro. Asique decido entrar para ver qué tal.
Nada más pisar el local, siento que todo el mundo me observa. No es habitual que una chica sola entre a un bar en Irlanda.
Yo me siento al fondo, en la barra. Y observo a mis vecinos con atención. Cuando uno está en otro país, y no conoce las reglas del juego, lo mejor es mantener un papel de observador y no llamar mucho la atención. La gente bebe mucho, muchísimo, las pintas van y vienen sin parar, pero nadie pierde la compostura...
A mi lado se encuentran un grupo de personas, de entre unos 40 y 50 años de edad. Al verme, enseguida se presentan. Yo estaba un poco tímida al principio...
No me cansaré de decirlo, los irlandeses son gente tremendamente amable y sociable.
Estuvimos charlando durante un buen rato, contándonos nuestras vidas y cómo habíamos ido a parar allí.
Se mostraron curiosos al ver a una chica sola, extranjera, perdida en un pub de barrio.
Me hablaron un poco sobre las costumbres del país, y me aconsejaron que volviera el próximo fin de semana, ya que ellos solían reunirse allí cada sábado y domingo por la noche.
Me sentí realmente halagada y agradecida que estuvieran tan interesados en volver a verme, pese a que mi nivel de inglés no era muy bueno...
Aquella noche volví a mi casa, no muy tarde, pero si con la alegría de quien después de estar tantas semanas en otro país, por fin, tiene la oportunidad de conocer gente local, a quien parece no importarle ni mi cultura, ni mis orígenes, ni mis dificultades de comunicación...
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