Llegar hasta Pompeya es muy fácil: si vais en coche está bastante bien señalizado, aunque en algunas ocasiones pensaréis que estáis dando unas vueltas impresionantes!. La carretera que llega hasta allí no es muy buena, pero no os perderéis!.
Primero tenéis que ir dirección Pompeya "pueblo", y una vez que lleguéis hasta allí, seguid los carteles con la indicación "Pompey Scavi".
También tenéis la posibilidad de ir en autobús o en tren, la estación de trenes se encuentra justo al lado a la entrada de Pompeya.
Una vez que lleguéis a la entrada, tenéis varios tipos de billetes para elegir: visita guiada en diferentes idiomas, por tu cuenta...
No os contaré nada sobre Pompeya, porque las emociones que sentí en el momento de entrar al recinto fueron tan indescriptibles, que no sería capaz de poder resumirlas en pocas palabras!. Mereció la pena llegar hasta allí: en cada rincón parecía ver un romano escondido, podía sentir las sensaciones de haber vivido una época ya pasada... No sé, tantas cosas pude percibir, que cuando me marché por la tarde, me quedé con ganas de volver... Un día solo fue muy poco para mí!, Pompeya se merecía mucho más que un solo día de visita!.
Os dejaré algunas de las fotos que tomé aquel día:
Tengo cientos de fotos de aquel día!, pero estas son algunas de las más significativas...
Al día siguiente me esperaba un día bastante largo, ya que partía hacía Florencia, es decir, en la otra punta de Italia.
Pero no quería irme de Nápoles sin probar la comida que tan famosa la ha hecho: la pizza y el calzone!, una auténtica delicia que no os podéis perder!.
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