miércoles, 5 de junio de 2013

Dublin y el falso mendigo


Una noche de viernes, me voy pronto a la cama. Estaba bastante cansada después de las clases y el trabajo. Parece que me duermo enseguida, aunque no cojo sueño en profundidad. Todo normal, hasta que un ruido en el jardín delantero me despierta.

He de recordar que yo era la única que dormía en la planta baja, y que el jardín delantero estaba justo detrás de la pared donde estaba apoyada mi cama.

En el silencio de la noche, escucho que alguien está hurgando en el cubo de la basura que dejábamos junto a la puerta de entrada. Yo podía oír nítidamente como rebuscaba entre las bolsas.

Pensé que era un mendigo o alguien que buscaba comida entre los cubos de basura del vecindario.

Durante un momento, temo que entre a la casa, dado que la puerta de calle no era muy segura, vamos, que se abría dándole una patada. Para colmo, la puerta de entrada estaba justo al lado de mi habitación. Pero después pensé: “menuda tontería!, para qué un mendigo va a entrar a una casa habiendo gente?, indudablemente tendría ganas de tener problemas…”. Seguí escuchando al mendigo hurgando la basura, pero notando que su interés era únicamente ésta, por lo que me tranquilizó el pensar que no iba a entrar a nuestra casa.

Increíblemente, me dormí.

A la mañana siguiente, mientras estoy desayunando, recuerdo aquel episodio, por lo que decido salir al jardín delantero y ver lo qué ha pasado. Cuál fue mi sorpresa al descubrir el cubo de la basura tirado en el suelo, todas las bolsas abiertas y los desperdicios esparcidos por todo el jardín. Y además, claro está, acompañados de unos gusanos blancos del tamaño de mi dedo meñique acampando a sus anchas entre la basura. El olor que de allí salía no lo puedo describir con palabras… nuestro jardín delantero parecía un vertedero!.

Al ver las bolsas abiertas, me doy cuenta que no ha sido un mendigo quien había estado la noche anterior, sino uno o varios gatos que, aprovechando que habíamos olvidado sacar el cubo a la calle para que el basurero lo recogiera, ésta se desbordó quedando la tapa abierta y los gatos aprovecharon la ocasión!.

 Juyeon y yo, entre arcadas, recogimos aquello mientras intentábamos no pisar los gusanos gigantes que se repartieron por el jardín.

Después de esto, nunca más volvimos a olvidar sacar la basura a la calle…

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